Common Side Effects, es la nueva serie animada de HBO. Bajo una apariencia visual psicodélica y vibrante, un humor cálido y una historia que te engancha desde el primer episodio, los creadores Joe Bennett y Steve Hely han fabricado una de las sátiras más incisivas y melancólicas sobre el colapso del sistema de salud estadounidense. Es una serie que te hace reír, sin duda, pero también deja sobre la mesa una realidad tangible y real que logran transformar esa sonrisa en una mueca al digerir la subtrama.
El trabajo de Joe Bennett y su equipo creativo se apoya en lo mundano. Los personajes se mueven con un peso realista, las oficinas son deprimentemente grises y los suburbios lucen idénticos. Este lienzo de normalidad provoca que, cuando la locura de la trama estalla, conspiraciones farmacéuticas, hongos alucinógenos que lo curan todo y agencias gubernamentales secretas, el impacto sea mucho mayor. Técnicamente es un espectáculo visual el estio de animación es certero respecto a la historia, el diseño de personajes es algo inusual pero conforme se desarrolla la historia entiendes que hay una razón de ser en cada aspecto visual de la serie.
A primera instancia ocurre un efecto de disonancia cognitiva, los escenarios y personajes se sienten fuera de lugar, inexistentes, alejados del mundo real y sólo para que al final caigamos en la realización de que no estamos en un mundo de fantasía; estamos en el nuestro, un mundo donde la gente se ahoga en deudas médicas y la desesperación es el pan de cada día. La animación no busca deslumbrar, sino reflejar. Por eso, cuando un hongo bioluminiscente se convierte en el centro de una conspiración que podría cambiar el mundo, el efecto es discordante de la mejor manera posible. Es una elección consciente que nos dice que la verdadera locura no está en los elementos fantásticos de la trama, sino en la terrible normalidad del sistema que los origina.		

UNA CRÍTICA FEROZ CON CORAZÓN HUMANO
Aunque la serie es una crítica mordaz a la codicia de la industria farmacéutica, su verdadero motor no es la trama de conspiración, sino sus dos protagonistas: Marshall y Frances. Ambos son un reflejo perfecto de las víctimas silenciosas del sistema. Marshall un pesonaje poco ortodoxo, con ideas muy liberales y una actitud anti sistema muy marcada, literalmente su primer aparición en la serie es haciendo una protesta en una conferencia de lo que el llama “las Big Pharma”. Frances es una joven que lucha por encontrar su lugar en el mundo, divagando entre la decisión de seguir sus instintos más humanos, o ir contra ellos traicionando su ética en favor de una posición económica y status social más relevante.
Son personajes complejos, llenos de defectos pero fundamentalmente decentes, atrapados en circunstancias extraordinarias, presos de la circunstancias. Su relación, forjada en el caos, se convierte en el ancla emocional que evita que la historia se descarrile hacia el simple cinismo. Sentí que su viaje era el verdadero núcleo, y la sátira a Big Pharma funcionaba tan bien porque la veíamos a través de sus ojos. No es un ataque abstracto a un concepto; es el retrato de cómo un sistema deshumanizado aplasta vidas reales. La serie nos muestra que los “efectos secundarios comunes” más devastadores no son los que aparecen en la letra pequeña de un medicamento, sino la pérdida de la esperanza y la dignidad humana.

EL ABSURDO COMO LA ÚNICA RESPUESTA LÓGICA
Aquí es donde la voz de Joe Bennett resuena con más fuerza. Al igual que en sus trabajos anteriores, la serie abraza por completo el absurdo como una respuesta casi lógica a una realidad insostenible. El humor es negrísimo, a menudo incómodo, y se deleita en la yuxtaposición de situaciones de vida o muerte con la burocracia más banal. Hay algo profundamente certero en cómo la serie plantea que, en un mundo donde la lógica económica ha suplantado a la lógica humana, una conspiración sobre un hongo mágico casi se siente como una explicación razonable.
El guion es afilado y no teme llevar las situaciones al extremo para subrayar su punto. Sin embargo, nunca pierde de vista a los personajes. Incluso los villanos corporativos y los agentes gubernamentales tienen motivaciones que, dentro de su contexto retorcido, tienen sentido. Es este compromiso con la psicología de los personajes lo que eleva a Common Side Effects por encima de una simple parodia y la conecta con ese estilo de comedia surrealista pero emocionalmente honesta que Bennett ha ido desarrollando a lo largo de su carrera.
La serie juega con tonos cómicos y de suspenso de manera magistral, llevando al espectador a preguntarse qué va a a suceder en el episodio siguiente y acabada la serie, cómo continuará la historia. Cada uno de los personajes tiene una profundidad única y bien desarrollada. Marshall, ejemplifica una pureza humana que llega a interpretarse como ingenua e irreal. Contrasta con la crudeza que tienen los villanos de la serie para no dubitar cuando se trata de atentar contra la vida de milones de personas. Al final, el símbolo de esperanza que la serie iconiza en los hongos milagrosos, se proyecta directamente en la figura de Marshall, la inocencia pura del ser humano que sigue gritando y luchando contra las voces que buscan extinguirla.
Al ver la sería me reía a carcajadas, pero también me sentí profundamente melancólico. Es una serie que demuestra el poder de la animación para contar historias complejas y temáticamente ricas. Usa una estética visual familiar no como una muleta, sino como un arma para hacer que su crítica social se sienta más cercana y personal, todo bajo la singular visión de sus creadores.
Su ritmo es deliberado y su humor puede ser demasiado oscuro para algunos. Pero si buscas una serie que te desafíe, que te haga pensar mientras te entretiene, y que entienda que las mejores historias de conspiraciones son en realidad historias sobre la fragilidad humana, entonces es una recomendación sólida. Es la prueba de que, a veces, la forma más efectiva de analizar la realidad es a través de un lente completamente deformado.