La anticipación por ver Weapons era inmensa. Después del impacto que representó Barbarian, la idea de que Zach Cregger regresara con una epopeya de terror, descrita casi como un Magnolia del género, llenó rápidamente las expectativas de los fans del género. ¿Sería capaz de replicar su impredecible genialidad a una escala mucho mayor? ¿O se extraviaría en su propia ambición? Tras más de dos horas en la butaca, la conclusión es que la respuesta a ambas preguntas es afirmativa.
Weapons es una película en conflicto consigo misma, una obra tan brillante en sus componentes como irregular en su totalidad. Es un ejercicio cinematográfico que me ha fascinado y frustrado a partes iguales. Cregger demuestra una vez más que es un maestro del manejo de la tensión y la atmósfera, pero su ambiciosa estructura narrativa, aunque admirable, a menudo funciona como un lastre que impide que la potente historia central termine de consolidarse.
UNA ORQUESTA DE HORROR DONDE NO TODOS LOS INSTRUMENTOS AFINAN
La premisa es inmediatamente cautivadora: en un pequeño pueblo, diecisiete niños de la misma clase desaparecen de sus hogares a la misma hora de la madrugada. A partir de este evento, Cregger teje un tapiz de historias interconectadas, presentadas desde múltiples puntos de vista, en un estilo que evoca a Rashomon. Experimentamos la tragedia a través de la profesora señalada por la comunidad (Julia Garner), un padre obsesionado con hallar respuestas (Josh Brolin) y un policía con un pasado complejo (Alden Ehrenreich), entre otros personajes que orbitan este epicentro de dolor y paranoia.
La propuesta narrativa es audaz y, en muchos momentos, resulta excepcionalmente efectiva. La forma en que la película revisita escenas desde diferentes perspectivas para ampliar el misterio es de los detalles que más disfruté al ver la película. No obstante, esta misma estructura es su talón de Aquiles. La película se percibe, por momentos, más como una antología de cortometrajes de terror excepcionales que como un largometraje cohesionado. Justo cuando el espectador se involucra por completo en una de las tramas y la tensión alcanza su punto de inflexión, Cregger corta y salta a otra, lo que en ocasiones rompe el ritmo de forma abrupta. Es un rompecabezas narrativo con piezas brillantes, que lucha por embonar cada pieza en el lugar correcto.

JULIA GARNER Y JOSH BROLIN.
Si hay un elemento que impide que este ambicioso edificio narrativo se derrumbe, son sus interpretaciones. Julia Garner, en el papel de Justine, la profesora convertida en paria, entrega una actuación monumental. Logra transmitir el peso de la culpa, la frustración y el ostracismo con una vulnerabilidad sobrecogedora. Ella es el centro emocional de la película, y cada una de sus escenas es una lección magistral de contención y explosión dramática.
A su lado, Josh Brolin como Archer, el padre que se niega a rendirse, ofrece una de sus interpretaciones más honestas y desgarradoras. Su obsesión por encontrar una explicación lógica en un evento que desafía la racionalidad es el motor de gran parte del argumento. Él encarna la furia y la impotencia de toda una comunidad. El resto del elenco, desde un atormentado Alden Ehrenreich hasta una inquietante Amy Madigan, sostiene el conjunto con una solidez admirable. Son sus actuaciones las que nos anclan a la historia cuando el guion amenaza con una excesiva dispersión.
EL TERROR RESIDE EN LOS DETALLES, LA CONFUSIÓN EN EL CONJUNTO
Weapons contiene secuencias de una tensión casi física, donde juega con el sonido, la fotografía y el ritmo de una manera que pocos directores de terror contemporáneos logran ejecutar. Una persecución en una gasolinera o una simple conversación en una sala de reuniones se transforman en escenas de puro pavor psicológico. Al igual que en Barbarian, Cregger domina el arte del humor negro, insertando instantes de comedia incómoda que, paradójicamente, intensifican el impacto del horror subsecuente.
La explicación detrás del misterio puede llegar a sentirse simplista y poco convincente de lo que la compleja estructura prometía. Percibo que Cregger se enfocó tanto en el mecanismo del rompecabezas que quizá al llegar a la imagen final no quedó tan pulida como el resto de la obra. La película drena sistemáticamente el misterio que con tanto esmero había construido, y aunque la conclusión es impactante, queda en mi una sensación ligera de incompletud.
Weapons es una de las propuestas de terror más fascinantes, audaces y originales del año. Es el tipo de cine que siempre preferiré: aquel que se atreve a fallar en su intento de ser una obra maestra en lugar de conformarse con ser un éxito predecible y olvidable.
¿La recomiendo? Sí, pero con una advertencia. Es una recomendación para quienes se fascinaron con la imprevisibilidad de Barbarian y para quienes disfrutan de un cine de género que desafía al espectador. Es una cita obligada por sus monumentales actuaciones y por secuencias que se quedarán grabadas en la retina. No obstante, es prudente moderar las expectativas si se espera una narrativa redonda y un final completamente satisfactorio. Es un paso adelante para Zach Cregger como autor. Es una película que, como su título sugiere, tiene aristas afiladas, y sin duda, deja una marca indeleble.